Me acuerdo cuando tenía 14 años, vivía en casa de mi abuelita y se me daba casi todo lo que pidiera en el intento de evitar que me taumara por tener una familia disfuncional (qué inocencia por donde se le viera, porque en realidad yo ante eso tenía una absoluta postura de "me vale wini", y en cambio me traumaba, me había traumado y me traumé después por montones de cosas que ni siquiera le competían a mi familia, pero bueno, así eran los adultos y sus medidas de contingencia en los noventass, qué le voy a hacer). Aprovechando mi poder, en 1996 conseguí obtener mis dos grandes hits de adolescencia y que me hicieron lo que fui: televisión por cable e internet.
Entonces pasaba la tarde completa viendo Mtv y hablando por teléfono con mi amiga Alejandra para comentar lo que veíamos. Así, un día de 1997 pude enterarme en tiempo real de la muerte (o al menos del aviso oficial) de Michael Hutchence y decir "se murió, ahorita se murió, qué chido, no mamar", y descubrir lo que se me corroboraría muchas veces después: me gustaba saber de la gente que se muere, en especial de la que todos conocen y, de pronto, se acabó.
Por las noches era lo mismo: dedicar largas horas a una sola acción. Prender la computadora y buscar qué buscar. Todo era emocionante. En mi registro memorial está que la primer página que vi fue una de Oasis y la letra de Live forever.
Los noventas en casa de mi abuelita transcurrieron con el teléfono ocupado todo el día y conmigo sintiendo la emoción de una rutina que me resultaba totalmente nueva y prometedora.
Entonces conocí a un chico de Guadalajara en una sala del latinchat, con el que mantuve comunicación vía correos y en el messenger de AOL y el ICQ por unos años, después nos conocimos y más después sobrevino la desgracia por la que lo perdí a él y a una de mis mejores amigas (que con eso de regresar al origen a estos tiempos ya recuperé), pero no estoy aquí para documentar penas sino gracias. En los tardíos noventas yo tuve mi primer mejor amigo por internet.
Aún tengo nítida la felicidad de entrar a mi correo, que primero fue de mi mejor tía y mío, con el password "encuadernaciones" (esa genialidad), y ver uno suyo, del Nich, como lo llamábamos entonces mis amigas y yo, para terminar institucionalizándolo como el Bitch hasta hoy. Los días por dentro se me iban todo expectativas de leerlo y planes de qué decirle, de cómo reconstruir los eventos cotidianos para decírselos de la mejor forma, y las noches en el placer de esas expectativas y planes cumplidos.
Hace mucho tiempo que no siento esa emoción, hace mucho que se fue el Nich, la expectativa y los planes, pero desde 1996 el internet se quedó. No podría decir (ni quisiera) que esto es mi vida, pero es parte de mi vida y ha traído muchas cosas y personas que me la han ido construyendo.
1996 fue hoy cuando borré el facebook (aunque ahí le llaman "desactivar", y me gusta más) y me acordé de todo esto cuando me preguntó la razón y entre las opciones que me daba encontré: Facebook is resulting in social drama for me. Me dio risa y lo elegí.
Me encanta toda la posibilidad y, cuando viene la tragedia, la facilidad de solución, que encierra esto de vivir detrás de una trinchera.
El internet me alegra, aunque no niegue que es una verdad que me da pena decir. Me alegra que me traiga recuerdos lejanos que en su momento fueron hechos enormes. Me alegra que con una desactivación me permita tener la sensación de que me deshago de un lastre de cosas equivocadas y comienzo una nueva vida (jaja, vida) mejor. Me alegra saber que aún años después de haber perdido la emoción inicial pude encontrarme con personas grandiosas, que se mezclaron en mi vida. Y me alegra, por sobre todo en este momento, saber que puedo borrar mi blog en berrinche y despecho y aún así tener otro donde puedo escribir un post muy largo teniendo en mente todas las cosas, los recuerdos y las personas que me alegran aún: como 1996, como los pajaritos que cruzan este blog, como tú, como tú, como tú, como hoy.